I

Tengo un vinilo de 45 r.p.m. girando sin aguja. Hace tiempo que ya terminó el álbum y queda el sonido de las poleas que hacen girar el reproductor. Estoy sentado frente a la ventana, acabo de terminar otro libro que no sé si he degustado o estudiado, intentando empaparme del estilo, de las figuras, de la forma de tratar los temas. Afuera nieva. Las cumbres encanecen y el río refleja el frío sobre sus aguas. Bajo a servirme un café y en la nevera encuentro una nota. Se está volviendo una forma de comunicación demasiado habitual entre nosotros. De vuelta al despacho me encuentro con la gata, a la que casi piso. Puedo resumir los fragmentos de mi pasado en unas pocas líneas. Sin llegar a la infancia, el resto de mi vida postuniversitaria se fue diluyendo en la misma agua que todas las medicinas que hasta hoy he tomado. Tenía un futuro próspero, de los que hacen presumir a las abuelas aunque desconozcan lo que uno hace. Preparaba unas oposiciones que supondrían mi billete sin retorno al estado del bienestar prolongando mi éxito mientras agonizaba a base de antidepresivos. Lo dejé todo.

0 opiniones: