Es cerca de media noche. Enciendo el televisor para hacerme compañía con los diálogos de alguna serie en inglés. Leñadores y mujeres de la gran ciudad pasean por la pantalla intercambiando cualquier tipo de pensamiento. Siempre me di cuenta de que los americanos profundizan menos en las relaciones, pero siempre son más directos, no esperan, no dudan, no piensan a la hora de hacer algo. Aun así mi cabeza se encuentra en otro sitio, lejos, a 728 kilómetros aproximadamente. Hoy he descubierto que los tipos duros también tienen conciencia. Yo no soy un tipo duro, ni mucho menos, pero si sé meter la pata como cualquier otro. Todo por una estúpida costumbre, por una fobia medio inventada.
Parece que han llegado los anuncios, es atronador su volumen en mitad de la noche, con toda la ciudad en calma. Todos duermen, algunos mejor que otros. Calor, remordimientos, sudores, nervios. Todo se junta en la almohada. Las ventanas abiertas sin persianas cerradas. Pero sigo vagando en un mundo paralelo. Impotente. Supongo que en algún momento no te sientes como un extraño y es difícil volver atrás cuando uno se siente cómodo entablando conversaciones, una detrás de otra. Música, cine, el día; nada que no ocurra cualquier tarde en un pub de la Latina, la Plaza de Santa Ana o en una mesa compartida de Londres.
Ha vuelto la serie y el saber que no puedo pedirte disculpas en persona lo hace más difícil. Espero que al menos tú te hayas levantado con mejor pie.