te enterraron en un ataúd
fabricado a mano
con los barrotes de la celda que ocupaste,
qué detalle.
te rellenaron el cojín interior
con las agujas de las jeringuillas
con las que consumías caballo,
sin dejar una dosis a mano.
quemaron tus libros sonriendo
porque el retrato incómodo de las calles
no merece tener reflejo.
y en tu entierro
tuvieron la desfachatez de decir unas palabras:
¿dónde estás ahora, poeta?
concluyeron desafiantes.
regocijándose en una falsa valentía
por saber que no obtendrían
réplica tuya.
lo que nunca supieron es que, como un virus,
los años habían infectado con tus escritos
a otras voces que con su opinión
dieron forma a un nuevo discurso
devolviendo la fuerza a quienes querían
prender la realidad.
La costumbre de enfermar
David Vázquez
ACEN Editorial
0 opiniones:
Publicar un comentario