La iniciativa ecológica del Ayuntamiento de Madrid resulta considerada y llena de buenas intenciones, a la par que absurda. Entre las medidas destacar dos: ampliar el horario del parquímetro en una hora y teñir de verde o azul zonas que no estaban infectadas por esta pintura. Desde mi punto de vista son dos soluciones que no ayudarán a fomentar el uso del transporte público y minimizar el impacto de los vehículos privados en la, ya turística, boina de la ciudad. Por el contrario obligará a utilizar más los automóviles. Como usuario forzado de este servicio -recaudatorio- me ocurre que, por ejemplo, los sábados por la mañana si deseo acercarme al centro dejando mi coche estacionado en mi barrio y evitando así emisiones de CO2, tendría que estar yendo y viniendo en el Metro para renovar el ticket, obviamente es un engorro -ya que el Metro no vuela literalmente- que evito levando mi coche a donde vaya. Un revés para el gabinete de medioambiente.
En los días laborables ocurre lo mismo si no dispongo de plaza de garaje. Por dicho motivo me llevo mi amado vehículo y a la vuelta en lugar de dejarlo quieto y limpiar nuestro aire, daré vueltas por las cada vez menos comunes zonas libres de este impuesto revolucionario de la derecha (ellos luchan recaudando para acabar con sus deudas). Pues son tan comunes como el poblado de Astérix y Obélix. En contra de esta medida diría que si no estuviera pendiente de mi contribución, mi coche estaría quieto y la coherencia del plan del edil y su gabinete cobrarían un sentido.
Seguramente existan más ejemplos, pero con esta política no se educa y fomentan hábitos de ciudadanía, ecología y/o uso de transporte público.
¿Dónde está entonces el negocio y la nube de humo?
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