El cuaderno rojo



La primera novela de Paul Auster fue inspirada por un número equivocado. Un hombre llamó una noche, preguntando por la agencia de detectives Pinkerton. Auster le explicó que se había equivocado. A la noche siguiente, la lamada y la respuesta del novelista se repitieron, pero éste, intrigado, comenzó a preguntarse qué habría sucedido si hubiera fingido que aquel número correspondía a la agencia de detectives, y él era uno de ellos. Y así comenzó Ciudad de cristal, donde un hombre llamado Quinn recibe la llamada de alguien que quiere hablar con el detective privado Paul Auster. Pero no hace mucho tiempo otro hombre llamó al actual número de teléfono del escritor y preguntó si podía hablar con el señor Quinn. Y no era una broma de un amigo o de un lector. Era una llamada absolutamente en serio, y ésta es una historia verdadera, como todo lo que se cuenta en este libro: lo irreal horadando lo real, el novelista ejerciendo de "cazador de coincidencias", de traductor de las siempre oscuras revelaciones del azar.

Porque Paul Auster, antes de ser escritor, fue traductor, alguien que escribe en una lengua con las palabras de otro. Y Justo Navarro, el traductor de este libro, y autor del prólogo que, a manera de hilo en el laberinto, recorre y muestra la "manera" de la literatura de Auster, es también un novelista, alguien que "traduce a la lengua de sus fábulas la lengua misteriosa y dolorosa del mundo, alguien que inventa una nueva lengua que suplante la lengua misteriosa y dolorosa del mundo".

El cuaderno rojo es, pues, también, la coincidencia de dos escritores que escriben en el "idioma del azar, el idioma de la casualidad y las coincidencias, el idioma de los encuentros fortuitos que se convierten en destino".



El cuaderno rojo
por Paul Auster

Prólog y traduccción de Justo Navarro

Editorial Anagrama
Panorama de narrativas
Edición 2006

Jonás

He llenado la boca de la ballena
con bártulos del Ikea.

He decorado su vientre
con muebles
que he montado yo solo,
por eso me premio con una palmadita
en la espalda.

Y desde la butaca observo mi obra
antes de que mi huésped engulla
el siguiente banco de sardinas
y tenga que volver a empezar,

si no estoy muerto.

Brooklyn Follies



- Siempre he tenido debilidad por los granujas -observé-. Como amigos quizá no pueda confiarse mucho en ellos, pero imagínate lo sosa que sería la vida sin ellos.
- No creo que Harry siga siendo un granuja -repuso Tom-. Tiene demasiados remordimientos.
- Cuando se es un granuja, se es un granuja. La gente no cambia.
- Eso es discutible. Yo creo que puede cambiar.
- Tu no has trabajado en el ramo de seguros. La pasión por el engaño es universal, muchacho, y cuando alguien le coge el gusto, ya no hay remedio que valga. El dinero fácil: no hay mayor tentación que ésa. Fíjate en todos esos listos que montan simulacros de accidentes de coches en los que resultan falsamente heridos, los comerciantes que incendian sus tiendas y almacenes, la gente que finge su propia muerte. He estado treinta años observando esas cosas, y nunca me he cansado de verlas. El gran espectáculo de la falta de honradez. Lo tienes por todas partes donde mires y, te guste o no, es de lo más divertido que se pueda ver.


Nathan Glass ha sobrevivido a un cáncer de pulmón y a un divorcio después de tres décadas de matrimonio, y ha vuelto a Brooklyn, el lugar donde pasó su infancia. Hasta que enfermó era un vendedor de seguros; ahora que ya no tiene que ganarse la vida, piensa escribir El libro del desvarí­o humano. Contará todo lo que pasa a su alrededor, todo lo que le ocurre y lo que se le ocurre. Comienza a frecuentar el bar del barrio y está casi enamorado de la camarera. Y va tambié;n a la librerí­a de segunda mano de Harry Brightman, un homosexual culto que no es quien dice ser. Y allí­ se encuentra con Tom, su sobrino, el hijo de su amada hermana muerta. El joven habí­a sido un universitario brillante. Y ahora, solitario, conduce un taxi y ayuda a Brightman a clasificar sus libros... Poco a poco, Nathan irá descubriendo que no ha venido a Brooklyn a morir, sino a vivir.



Brooklyn Follies
por Paul Auster

Traduccción de Benito Gómez Ibáñez

Editorial Anagrama
Panorama de narrativas
Edición 2006