Ya no se juega en los patios de párvulos

Actualmente en el Real Madrid se aúna un estilo de juego duro defensivo con las mejores muestras de contraataque y pegada de un equipo inglés, por ejemplo. A lo primero contribuye el San Benito colgado a uno de sus defensas, Pepe, por una acción nada justificable (así lo considero desde mi punto de vista) en el lance que le enfrentó al Getafe y pudo acabar con un Casquero decapitado o, cuanto menos, como un dispensador de caramelos Pez.
Los gritos de “¡Asesino, asesino!” que corean las aficiones a lo largo de los estadios de la geografía española, -¿no se debería pasar página y cada seguidor apoyar a su equipo en lugar de corear tantos insultos y fomentar una conducta anti-equipo-rival?-, no se desligarán de su carrera en España. A lo segundo, como una suposición personal, debe su resultado el paso de Mourinho por distintas ligas, bebiendo de la característica principal que da personalidad a los campeonatos y los equipos que juegan en el país.

Pero me resulta más preocupante la actitud de un jugador: Marcelo. Sí, es cierto que Pepe se puede emplear con dureza, excesiva desde algunos puntos de vista, aunque el fútbol en España se haya vuelto marrullero y con el mismo contacto que un ballet clásico. Pero lo que ocurre en los terrenos de juego con el lateral izquierdo del conjunto blanco es, a mi parecer, más grave. A su contrastada capacidad atacante que mostró con acierto cuando el conjunto era entrenado por Pellegrini y su gran progresión y aprendizaje a nivel defensivo, su mejora se ha producido con pasos de gigante, hay que fijarse en su falta de concentración e inmadurez. Ya no hay que remitirse a la acción sobre Cesc en la Supercopa de España. Es en cualquier partido cómo pierde la cabeza y realiza entradas a destiempo. Confunde carácter, contacto y/o dureza con entradas a fuera de lugar que, en ocasiones, se pueden considerar agresiones voluntarias. Motivo que le lleva a enzarzarse con los rivales en riñas que lleva a su terreno personal olvidando al resto de jugadores. No es una cuestión de los castigos que pueda conllevar la acción, es una actitud que con el tiempo puede degenerar en un jugador violento.
Por otro lado, pierde la concentración con demasiada facilidad. Y aunque esto repercute más en la continuidad del juego y el espectáculo debe darse cuenta de que confunde los escenarios sin ser consciente de la imagen que reporta al club o el daño a los compañeros si con dicho teatro, cada vez más acentuado (debe ser cosa de los laterales brasileños modernos), su equipo debe afrontar minutos en inferioridad numérica.

Así, las medidas las toma cada cual como cree conveniente en su casa, pero dentro de todas esas leyendas que conforman el staff técnico del club, si desde la jerarquía se sigue escuchando a quienes forjaron en su día los cimientos de la institución, deberían dar un toque de atención al 12. Hablando de leyendas, felicidades a Casillas por igualar a Camacho en el número de veces que ha vestido la zamarra del equipo merengue.



14/09/2011

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